35 segundos
Lo que aguantaron nuestros labios al acercarse
mientras nuestros corazones saltaban en nuestro pecho;
treinta y cinco segundos los que soporté
no estar más cerca de ti.
Ahora que todo eso pasó,
ahora mismo,
sólo puedo pensar en volverte a besar.
El recuerdo, el sabor y el tacto de tu piel bajo mis dedos,
tu respiración y mis labios húmedos
fundiéndose con los tuyos.
Me llamarás cochino, lo sé.
Y yo lo refutaré
treinta y cinco veces, al menos
hasta llegar a ningún acuerdo,
hasta admitir que todo esto fue culpa de los dos
que todo esto no se diera antes
que todo esto, con una fecha de caducidad mal etiquetada
fuera capaz de superarnos.
Porque no se llenan 35 versos con 35 noches, ni siquiera con 35 besos
y mientras el tiempo pasa,
nuestros pensamientos juegan con otras reglas
que no vamos a ser nosotros los que las entendamos
ni por tanto los capaces de infringirlas;
porque ya se sabe:
para transgredir la norma,
primero hay que conocerla y dominarla
y ni siquiera nos conocemos aún.
Por suerte tengo un plan
y te confieso, al besarte yo era un flan.
Es tan sencillo que asusta
porque la sencillez asusta:
dedicaré mis soles y mis lunas
a conseguir que también sean tuyos,
eso sí, de una en una.
Ese es mi plan. Si lo quieres, es tuyo.
—
Supongo echan de menos al escritor ebrio que escribía sobre palizas en casinos o cadáveres en tiendas de alimentación oriental. Está de vacaciones. El millón y medio de visitas a la hora de este blog le ha consagrado como bloggero en Papúa-Nueva Guinea donde no para de dar conferencias. Yo, un humilde poeta de complejos desmedidos, me encargo de actualizar a muy buen precio este insensato blog.
leave a comment