79 desencuentros en la tercera fase. Lo que el covid se llevó.
Última comanda.
Melocotones en almíbar, galletas, sopas de sobres.
Sobras de un pasado,
luz sobre sus sombras.
Una rasta de gato.
Una guindilla. Ojos rojos.
Cacao en polvo.
Humus de berenjena y un puerro.
Escarola de caracol.
Chorizo con yogurt.
Espirales e insuficiencias respirales.
Silencio de sentires, aplausos y cacerolas.
Contactless.
Zumos y batidos.
la entrada un millón de su diccionario en clave.
El último mongui.
La misma ilusión y torpeza que un niño con su extraterrestre aprendiendo a volar en bici.
Sol de tarde, que llegó tarde.
Más vale tarde,
que nunca.
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78 rollos de papel higiénico
LÁVATELASMANOS-NOSALGAS-NOTETOQUESLACARA-TÓSETEENELCODO.
Es muy complicado que nos organicemos y pensemos como una comunidad cuando llevamos años obedeciendo y asimilando mensajes de individualidad. Es muy complicado que entendamos que el problema podemos ser nosotros, y no los demás, cuando desde los medios y desde las sombras nos recuerdan cada día que somos mejores que el de al lado, que el de enfrente, que el de aquella comunidad autónoma llena de vagos, o de egoístas, o aún peor: separatistas.
Ha sido sutil pero efectivo. Han conseguido que nos alegremos de las desgracias ajenas «mientras a mí no me toque». Son muchos años de circo televisivo, riendo y disfrutando de forma episódica de los dramas anónimos que producían mucho beneficio publicitario a cambio de contratillos de tertulianos y un minuto de fama.
Han alimentado durante años con basura el imaginario común y nos han arrebatado la mayor fortaleza que teníamos: la identidad de grupo. Divide y vencerás. Hiperconectados, hipercontrolados, hipersegmentados, hiperdesinformados.
Soy un crack comprando papel higiénico. Soy un hacker del apocalípsis. Sé que las puertas automáticas son puertas automáticas mientras que los pobres ignorantes siguen pulsando para abrirlas. Los mismos de «es solo una gripe» y de «con Franco no había pandemias». La pandemia es la estupidez, la falta de solidaridad y de empatía. Y ahora nos ha explotado en la cara.
Los mismos que votan corrupción y sanidad privada. Los mismos que ahora se contaminan, que contaminan todo cuanto tocan. Deja un virus contagioso suelto y propaga en redes sociales que los precavidos son alarmistas. Provoca el colapso y échale la culpa a las instituciones que pidieron amable y responsablemente que la sociedad en su conjunto y partiendo de la individualidad fuera responsable y luchara no por no contagiarse, sino por no propagar más el problema.
Teniendo en cuenta que mi papel tiene 4 capas, mis 78 rollos hacen un total de 312 rollos de los que normalmente compra mi vecino. Soy mejor que mi vecino. Mucho mejor.
Defiende lo público, y entérate de una vez quién gana cuando tú pierdes.
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Borrador rápido 77
Son las cinco de la mañana y el terrorismo islámico azota Europa.
Son las cinco de la mañana y mañana no sé si me dará para el café.
Son las cinco de la mañana y ayer volvió a ser ayer.
Son las cinco de la mañana y los niños siguen perdiendo sombras en sus pueblos.
Son las cinco de la mañana y cada vez se ven más sombras sobre los pueblos.
Son las cinco de la mañana de hoy, porque mañana será otro día.
Son las cinco de la mañana y yo puedo escribir esto mientras todos duermen.
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76 correos no deseados. Fuego y tinta.
Setenta y seis correos no deseados. Todos míos. Aquella mañana de fuego y tinta. La segunda de cuantas mañanas de cuantas semanas el cuerpo aguanta. Aquella mañana intercambié fuego por tinta. Aún no sé quién salió perdiendo. Con la tinta pudiera haber escrito cuantas sensaciones revolvieron a mí sin previo aviso, entre asépticas poses e inaguantable desesperación. Como la consulta de cualquier médico más enfermo que todos sus pacientes juntos.
Y ahí estaba frente a la dueña de todas sus libretas. En términos prácticos de la misma manera que le había dejado ella hacía nueve años. Hecho una uténtica mierda. Algo o alguien que parecía auténtico hasta que descubrías que todo era un fraude, una fachada. Facha viene de fachada, ¿no?
Alguien que vivía un cuento, una fantasía. Alguien que con tanto insomnio tras su sombra no puede más que acabar perdiendo el sueño en algún momento.
Dicen que el amor es loco. Y hay locos que aman como locos, y eso, en ocasiones es delito. Delito de locos. Eso es lo más poético que puede decirse de ciertos tipos de amor.
Calle Amores.
Cumpleaños total. Familia de verdad. De sangre, tabernas, pesares y bondades. Soplar una vela y desear que todo permanezca igual. Jam republicana y reencuentro con mi mar. Con mi mar de amores. Con mi mar Mediterráneo.
La dueña de sus libretas agradeció la intención de crear un momento divertido. Un gesto. Una firma. Quizás para dejar a la jueza constancia de su presencia en un mar recuerdo, mal recordado y peor descrito.
Hablando del amor estábamos. Si funciona, no lo toques, como dicen los técnicos. Y si no falla es que aún no lo has tocado del todo. Como dicen los técnicos electrocutados.
transcripción.
Antes de que se vaya la reina de la pista dale medio pollo. – Quizás me gusten mucho las mentes, esa incertidumbre de entender o no algo tan simple, sin darme cuenta. – Se me sale el pecho cada vez que te veo. Se me sale el pecho. Papel, azúrcar. Spaguetti. Preguntó a a la dueña de todas sus libretas. Búscame en el SPAM. Ella. Tras la firma. «Ha acabado en una bien, pura y digna vida. Se alegra por lo de digna. A él solo le falta el Sms. Todo lo demás lo ha probado todo. La reina de la DGT le habla. Le dice que la deje tranquila. No le gustó despedirse de un cuñado. Soy la libreta y puedo morir. No al libro electrónico. La libreta se rebela. Las fotos se revelan.
ImproSession en el ojopatio del patio de luces. Sueño. Suelo. Espejo. Timbal. Guitarra y voz. Siesta y una libreta vacía. No sabe cuántos años lleva sin tener nada que decir.
Sin embargo yo elegí fuego. En este curioso juego en que se convirtió volver a revivirlo todo 48 horas después y llegar antes que nadie al futuro Velvet. Y solo verte entre las calles como ese recuerdo suspendido como nieve que se desliza sobre hielo. Culebrillas nerviosas. Anguilas eléctricas recorriendo mi cerebro. Recuerdos y acordes que solo los flashes que configuraba el técnico de luces de la nueva sala y Daft Punk pudieron controlar.
Y sin embargo yo elegí fuego en nuestro trato. Y mientras me terminaba de liar mi penúltimo cigarrillo del día y descubriendo una vez más que fumaba, me percaté de que no tenía cómo encender aquel primer cigarrillo de la mañana. Ahí empezó el trato y se terminó de sellar cuando, desesperado, se levantó en medio del bus pidiendo un bolígrafo y para mí fue inevitable darle el mío. Y la tinta fue de él. Y no le dejé devolvérmela. Cuando una tinta se entrega ya no ha de escribirse de nuevo con ella. Toda mi tinta es suya ahora.
Una anciana volvía a desvanecerse en el autobús. 35 minutos al sol dentro de un vehículo lleno de personas sigue siendo letal para una persona anciana en pleno siglo 21. Hace 20 minutos que he dado mi tinta y no puedo escribir sobre lo que está ocurriendo.
Piden desesperado un médico, o alguien que sepa qué hacer mientras el chófer y sus maniobras convierten al pasaje en una ambulancia de unas 50 toneladas en medio de un mar de coches frente a la dársena de Aduana.
El contestador de todas aquellas compañías telefónicas finalmente me hizo más caso y me acompañó más que dos doctores juntos el día que me desmayé en ese inmundo autobús tercermundista lleno de pobres de derechas. Y dos médicos. Y ninguno se levantó, porque el bus iba en marcha. Es complicado desamayarse en un autobús nórdico matriculado en cualquier otro lugar.
Ella puso su rúbrica sobre la octava libreta y la tierra firmó con lava al otro lado del planeta.
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Commodore 64
Nunca olvidaré aquel juego mítico de cinta, jugable bajo Commodore 64:
«Allá donde el sol nunca se pone, en el efervescente Al-Andalus, controlado por el Gran Griñán, maestro de Eres; tú serás un miembro de su casta y tu largo esfuerzo y sacrificio serán reconocidos, previo monstruo final, con los «te quiero» de su también casta hija».
Nunca vi peor contraportada para un videojuego. Y resulta que al final ni príncipes ni dragones, a veces reyes de dialéctica inflamable, y mucha burocracia medieval. No creas joven lector que jugabas cuando tú querías: no. La cinta debía ser reproducida.
Sí, niños. Ni Internet, ni deuvedés, ni disquetes. ¡Cintas! Las únicas cintas que podéis usar hoy están en el gimnasio o en algunos aeropuertos y estaciones.
Había muchas cosas que ya no volverán en bastante tiempo. También es curioso que mientras algunas cosas se marchan para siempre, otras no hacen más que volver a ti. El vómito es una de ellas. Y no os mentiré jóvenes lectores: estos días están siendo de náusea.
El agua se compra y se vende, jóvenes lectores, pero hubo un momento en que el líquido elemento se consideraba un derecho innato al ser vivo.
Nos reuníamos a espaldas de los mayores para conectar las máquinas que nos hacían felices. Los mejores gráficos, los mejores guiones, los cuelgues y los «records». Joder, chavales, antaño los juegos (de máquinas o tablero) molaban mucho más. Había más ganas de hacer historia que de hacer caja. Antes, los videojuegos habían de poderte sorprender durante más de una hora. Ahora la mayoría de las aplicaciones a las que la gente juega a todas horas no suponen más que una concatenación de pequeños impulsos y sensaciones que se iteran in crescendo en frecuencia y dificultad.
Eres un ingeniero, poniendo a prueba a toda una camada de bebés panda robóticos. Algo falla en el maldito laboratorio de nanorobótica molecular y los bichos se mosquean.
Los recreativos están en nuestro propio bolsillo. Nos han hecho unos «jugones», unos apostadores al fin y al cabo. Todos los días esos mutantes pasean su miseria por la ciudad, el lobby de la pena, la lástima, la condescendencia. Esos ciegos venden la ilusión, como si la ilusión pudiera comprarse, como si tuviera precio.
Digamos que desde Eurovegas no creo que el azar sea la industria que necesitamos.
Juegos viejos. Juegos de personas.
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61 Herzios
Zona franca.
Cualquiera de ustedes pensarán en un mapa electoral. Tarde o temprano toda la democracia de este país signifique para ti una circunscripción electoral y su arrogante secretaria de zona.
Quizás el presupuesto malversado del responsable de sanidad de tu comunidad (o Xunta o Generalidad o su puta madre peleando por un idioma) se muestre ante ti como la factura que debes pagar por el último viaje que dio un ser querido.
Al final todas las líneas de emergencias son de todos, como de todos es el mobiliario, la suciedad de la calle, esa farola mal conectada. Hemos creído que demasiadas cosas no eran de nadie, simplemente para no mantenerlas, para no tener que estar pendientes de su buen estado… Tanto así que de repente nos dimos cuenta de que ni la farola era nuestra, ni aquella fuente ni por supuesto aquel puerto. Nos lo habían robado todo y ahora nos cobraban, esta vez sí, un peaje por volverlos a sentir cuanto menos de todos.
Hay una zona así, una zona franca. Y la hay en todos los rincones que conocemos. Hay sitios por donde la gente no vuelve a pasar jamás. Hay tierras de nadie, en verdad existen.
Así empezaron, con esas delirantes líneas, las primeras emisiones pirata de la era de la Televisión Digital Terrestre.
De repente todos los primeros sintonizadores de TDT se acumulaban en los armarios de medio país. Ya estábamos más que habituados a nuestras nuevas teles, sin sitio en su marco para las pomposas folklóricas de años mejores. Sí, ya nadie ponía nada encima de los televisores, porque estos, en un último esfuerzo por equipararse al arte, ya lucían colgados de las paredes y alardeaban de su delgadez. Primero fueron las adolescentes anoréxicas, luego nuestros televisores.
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Denme 56 formas de hacer una mudanza o una buena carpintería
Ir a comprar una cama de matrimonio con una madre es lo más parecido a una psicosis que puedes experimentar en Málaga en 2011.
Es un viaje a lo más profundo de la mente y de la evolución socioeconómica de los últimos 20 años en una ciudad, y en apenas media tarde.
Es además un salto cuántico hacia las tardes que, en ese mismo edificio de fabricante mayorista de carpintería de interior, habías pasado con ella eligiendo algún mueble de cualquier habitación de tu hogar.
Ahora hay camas que evocan a los 70 y 80 y que realmente parecen venidas desde allí, porque ni siquiera en los 70 u 80 alguien habría tenido valor de ponerlas en un dormitorio (a menos que decidiera apuñalar rubias en las duchas de ese mismo motel).
Es inevitable estar serio cuando sientes que te alejas a paso lento pero firme de algo que te dio la vida, y que es tu vida en sí misma.
Con todo, es inevitable no prestar la mayor atención a la forma en que realmente vas a llevar a cabo esa mudanza del demonio, pues todas lo son; es inevitable plantear cada día a tu novia unas 56 formas diferentes de hacer una mínima mudanza.
Atentos: una cama, dos mesitas de noche, un armario y un amplio escritorio.
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El «Studio 54» de aquella ciudad de los 80 tenía nombre de piloto
Y ahora, como otras muchas cosas aquí, se encuentra en la más absoluta, despreciable y desinteresada ruina.
Cada día y casi siempre a la misma hora pasa por delante de su fachada, ahora con todas las entradas tapiadas. Contempla el cartel de «se vende» y mira su teléfono sin llegar nunca a retenerlo. Habría que estar loco para pensar que con su escueto sueldo mínimo interprofesional tendría opción alguna de adquirir dicho inmueble.
¿Entonces qué quedaba? Ahora era domingo. Los niños jugaban con intuitivas atracciones al aire libre mientras él reflexionaba acerca de sus verdaderas vacaciones, de esos pequeños momentos de calma nerviosa en los que gozaba de un pequeño respiro para asimilar y reproducir al menos todo lo que iba recorriendo cada parte de su mente.
De nuevo el mar, de nuevo esos desconocidos. ¿Qué ocurre? Siempre acabamos igual. Hay mil maneras de llegar hasta aquí. Entonces vuelve a encender su pipa y continúa tosiendo como si ya lo supiese todo.
Volar, volar es la razón por la cual los hombres se agarran al poder. Es la frustración, y el ideal. Plano nadir desde el colchón viejo. Vemos las contraventanas, la luz que entra, despreocupada, por las rendijas de los paneles de madera.
Ayer aprendí que si se justifica, se han de partir las palabras. Me pareció cruel hasta que me iluminaron sobre los ríos de las líneas. Hay palabras que te hacen escribir mejor, como labios que te hacen besar mejor. Algunos valientes lo llamaron «la física del bwin» (haciendo clara alusión al azar y a una casa de apuestas deportivas, que hacía fortuna con saques de banda o goles en propia meta).
La peores interrupciones se dan en las gasolineras y en las salas de estar. Hay años que parecen tener 54 semanas.
Y la resaca de la semana 54 no podría superarse sin:
– Ibuprofeno
– Aquarius
– Naranjas
– Tomates
Mientras todo eso pasaba, había dos números a los que se negaba a llamar: Bobby Logan y la «Villa Disponible» del Paseo Marítimo Pablo Ruiz Picasso.
Pd. Este es el primer cuento para un Pablo adulto.
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5 de enero de 2011 (05.01.11)
Han venido los reyes magos. Desde oriente y trayendo la felicidad y el líquido a nuestras arcas. Mañana, día seis, yo no trabajaré porque es un día festivo. Pero habrá niños que canten, sin mucho regocijo, una tras otra las cifras del número premiado con el «gordo» del sorteo del niño.
Nadie debió inventar jamás el «Astronova» ni dejar de venderlo. Muchos de los niños de los que al ser preguntados sobre qué querían ser de mayor respondieron «astronauta», podrían abandonar el planeta en las próximas horas. Aunque para ello aún faltan 1000 años más. Aunque también puede formar parte de un sueño de Antonio Resines.
Tiene sentido ese deseo de conocer el universo que hay fuera de nuestro planeta en unos días en que millones de animalillos aparecen sin vida en tierra o mar.
En la calle no hay más que fumadores. Fumadores y cajas de juguetes. El olor de los lugares salió por fin a la luz. La empresa que fabricaba los carteles de «prohibido fumar» finalmente no cerró. Empezaron a venderse abrigos y estufas de gas en forma de seta de manera insostenible.
Los reyes de los adultos son los regalos sorpresa. Los camellos, farmacéuticos, estanqueros y camareros. Afortunadamente, nadie viene a decirme que no fume en la radio.
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Feliz 2050
Antes conocido como ‘De cómo recargo 5 euros y el mundo sigue girando, como la letra «o»‘.
Doblan campanas y la ciudad echa su siesta.
Yo uso prepago. Una vez abusé del teléfono de mi padre. Tardaré en hacerme un contrato y dudo que sea de voz. Estoy esperando a que Álex de la Iglesia ponga el cine en mi móvil. Aunque con que me llame está bien.
El «conque» tiene tarea. Los idiomas me resultan apasionantes. El finés por ejemplo parece un idioma preparado para hablarlo en constante castañeo dentario. O el andaluz, que te permite seguir hablando incluso sin ganas de hablar. Cuanto más extraña sea la lengua que hablas, más facilidad tendrás para hablar las demás.
He estado haciendo balance de este 2049 y he llegado a la conclusión de que 7 es la raíz cuadrada de 49. De números ha ido este año, como tantos otros. ¿Cómo irán en este 2050 los objetivos de desarrollo del lustro?
Sobre la navidad pensé el otro día acerca del repunte en el consumo de alcohol en todo tipo de reuniones y eventos sociales. Pensé en la diferencia de calidad de todo ese alcohol consumido, en la mezcla del mismo (en forma de vinos, fermentados, destilados y bombón de frambuesa) y en cómo finalmente actuaría ese depresor sobre nuestro sistema.
El problema de todo es que todo lo celebramos con alcohol. Carnaval, primavera, verano, matrimonios, empleos, navidad.
A lo largo del año coleccionamos varias ingestas de alcohol superiores a un consumo «normal». Qué coño es normal.
La navidad, la siempre responsable de unir a los seres queridos es este año la culpable de separarme de todos ellos. Siempre diluvia en mi cuento de navidad, truena y ninguno de mis despertares supone una gran lección.
Sumidos en una crisis económica, la verdadera crisis, la de la libertad, es desplazada por enormes carteles luminosos que nos felicitan. Alguien me preguntó alguna vez el motivo de tales felicitaciones. Yo salí al paso asegurando que nos felicitaban por resistir un año más a toda esa función de hipocresía y exceso de azúcar. Y salir airosos de ella. Hoy creo firmemente que se trata de otra cruel burla de los minúsculos círculos de poder que, por suerte, son muy navideños y andan de vacaciones.
Nos hicimos amigos del conserje del albergue. Fueron los mejores años. Y así comienza mi vida de peatón penitente.
Sean felices. Siento hacer literatura fácil. Mi deseo para 2050 es el mismo que pedí para 2011: que todo lo emprendáis de nuevo con la ilusión de la primera vez.
Millones de primeras fotos para todos ustedes.
Gracias por valorarlo.
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