3/4 de hora
No necesitaba más de tres cuartos de hora para mantener feliz a su público. Unas sutiles bromas y un grafismo colorista hacían de su show el más seguido por la audiencia. Lástima que aquel becario le detestara y fuera capaz de envenenarlo con aquel pintxo. A nadie le gusta morir en directo pero la televisión es, a veces, así de caprichosa.
Comenzaba a nublársele la vista y su voz temblaba. Debió extrañarle que las últimas frases del guión de aquella noche hablaran sobre la muerte del presentador pero no fue así. Había dramatizado su muerte en demasiadas ocasiones (incluso en una funeraria mientras elegía ataud) y ahora, cuando realmente le sobrevenía, sólo deseaba que todo fuera un sueño, el final de cualquier serie costumbrista.
El paso a publicidad le dio la tregua que su moribundo cuerpo necesitaba. Metió la mano bajo la mesa del plató y sacó una pequeña bolsa de piel negra. La abrió tirando como pudo de la cremallera y sacó de ella una jeringuilla etiquetada como «antídoto para veneno de becarios».
Se la clavó sobre el pecho y esperó.
Todo había salido bien.
Pd. Dedicado a los presentadores que estudiaron medicina y a las chicas con las que no puedes ver la tele sin que todo parezca decir «id a la cama».
3 x 2
Pablo, no lo leas hasta que no seas mayor. Pregúntale a mamá cuánto es eso.
El engaño. Pague 3 y lleve dos. ¿Usted que quería comprar una unidad y llevarse otra gratis va a tener que pagar dos unidades si quiere que no le cobren más por ello?
Era analista de sistemas y sólo tenía que revisar un par de cosas muy de vez en cuando. Dinero fácil y protección jurídica por un tiempo… Fue así como llegó a pertenecer a la mafia.
Había jugado a más de un juego de mafiosos y vestía camisetas de «El Padrino» sin pretensiones aparentes pero aquella noche parecía que su bajada a los infiernos estaba cada vez más cerca.
Por eso decidió llamar a su mujer para acostarse con ella, al menos un par de veces, antes de verse obligado a despedirse para siempre.
Ella estaba radiante. Lástima que una imagen valga más de mil palabras y que esa imagen sólo esté en mi mente.
¿Saben que si yo escribo la palabra pío hay un montón de gente que sabe de lo que hablo? Para mí esa es la grandeza de compartir lo que escribo, lo que vivo, lo que vivimos, lo que escribimos.
Hoy era por tanto uno de esos días en los que él tomaba su libreta y vomitaba su contenido en esta, su prolongación digital y que a veces se sale de madre.
Madre, un saludo desde aquí. Abuelo, si la camarera del bar al que voy a ver el partido de Alemania me pregunta por tí un domingo, a tí no te puede dar un jamacuco el día después. Hoy comemos juntos.
No tenía ninguna gana de coger su librartera.
He pensado lo siguiente. Dispersión.
Dinero fácil, cobertura jurídica garantizada. Está claro que son las metatags de 2016, pero eran un problema desde el comienzo de la comunicación corporativa.
Un proyecto: En 2010 grabar un cinta de casette de 90 minutos. En esos 90 minutos habría canciones con una historia personal. Todas esas canciones se explicarían en un blog, en el post de un blog. La cinta, claro está, tendría indicada la dirección del blog, de la entrada.
Oír antes de servir y ensayar respiraciones para el día de la entrega. Suerte.
Pablo, este es un cuento también para ti. Como sé que tardarás en acceder a este blog, este es de los posts que deberás leer cuando seas mayor. Creo que debería haberte avisado pero no me gustaba al comienzo, no sabía si lo ibas a entender. Voy a poner que no lo leas arriba (como anotación personal al imprimir y guardarlos en una caja).
Tres en uno
Ni siquiera iba a esforzarse en escribir algo decente aquella mañana. Había pasado más de cuatro horas intentando besar a esa chica y al final lo había conseguido. Qué más daba ahora todo aquello que sus entumecidos dedos pudieran relatar… Ahora, con sus labios llenos de carmín volvía a recrearse, recordando esos instantes mágicos que preceden al primer beso. No paraba de recordar las frases que ella le repetía una y otra vez, en forma de vagas excusas ante lo inevitable. Sin duda, aquella noche había sido la prueba perfecta de que aquello que buscas, sea lo que sea, sólo era capaz de aparecer cuando dejabas de buscarlo.
Sin duda, aquella había sido una noche divertida. Una noche en la que se estrenan libretas siempre trae consigo algo considerablemente histórico. Y es que, la noche, muchas veces es más día que el propio día.
Las matemáticas no fallan, son ciencias exactas y, ante eso, o ante mis besos, poco hay que hacer o decir. Mi consejo es que los disfrutemos -a los números y a los besos (quien tenga la oportunidad)- porque pocas cosas hay tan eficaces o lubrificantes como el 3 en 1.
El único problema de la palabra lubricante es que, atendiéndonos al diccionario de la RAE, se trata de un engrasamiento que busca disminuir el rozamiento. A estas alturas de la serie, en la tercera o cuarta temporada, lo último que queremos es que se acabe el roce.
Porque el roce hace el cariño; y porque cariño, ya va siendo hora de divertirse, porque… maldita sea, tenía demasiadas ganas de algo así.
Siempre recordaré la imagen de mi padre usando tres en uno para acabar con los chirridos de las bisagras, o de la cadena de la vieja bicicleta BH, o de cualquier cosa que necesitara engrasar.
El 3 en 1 es al bricolaje lo que los primeros besos a la arritmia cardiaca.
No soy un experto del bricolaje, pero ¡ay! si yo les contara lo que sé de los primeros besos.
Esto sigue siendo un blog serio; pero hoy es domingo, festivo.
Mañana será otro día… maybe.
La crisis de las 30
Él dice: ¡Hola!
Ella contesta: Hola
Él dice: ¿Qué tal?
Ella contesta: Bien
Él dice: ¿Te pasa algo?
Ella contesta: No
Él dice: Hace días que no sé de ti, ¿dónde estabas?
Ella contesta: No tenía muchas ganas de charlar
Él dice: ¿Has visto mis mensajes?
Ella contesta: ¿Te refieres a esas 20 llamadas perdidas?
Él dice: No, a los mensajes…
Ella contesta: Sí, los he visto
Él dice: Ah…
Ella contesta: Mira, estoy cansada de esto, no estoy bien, no es lo que quiero.
Él dice: … ¿cómo?
Ella contesta: Pues eso…
Él dice: ¿Pero qué pasa?
Ella contesta: No pasa nada.
Él dice: ¿Te pasas días sin hablarme, sin responder mis llamadas, sin hacer caso a mis mensajes y ahora me dices que esto no es lo que quieres? Te quiero con todo mi corazón, dedico mis días y mis noches a pensar de qué forma puedo hacer tu existencia más especial…
Ella contesta: Es que yo no quiero eso, no quiero tus atenciones, no quiero tus regalos, no quiero tus poemas. Te comprendo, te entiendo, pero entiéndeme tú a mí.
Él dice: Eres una hija de puta.
Ella contesta: ¿Dices que me quieres y me insultas?
Él dice: ¿Dices que me entiendes y no ves mi dolor?
Ella contesta: Yo no te pedí todo esto, yo sabía que todo esto pasaría…
Él dice: ¿Y cuándo te enteraste? ¿Antes o después de hacerme el amor? ¿Antes o después de decirme que pasaríamos la vida juntos?
Ella contesta: Los sentimientos cambian y no voy a engañarte a ti, ni a mí misma.
Él dice: Eres una zorra.
Ella contesta: Y tú un gilipollas obsesivo.
Él dice: No quiero volver a verte más.
Ella se ha desconectado
Entonces la década de 1990 creó el post-turista, ese consumidor de ocio más exigente y especializado, creó la mensajería instantánea y las crisis de las 30 líneas.
Antes de que se diese cuenta, había cumplido 30 años y tenía un gran problema sobre sí. No le preocupaban sus canas ni sus arrugas (bah, se sentía interesantes con ellas y eran la prueba definitiva del tiempo que había echado sobre sus espaldas) pero en cambio sí le preocupaba que siguieran gustándole las chicas de 20 años, los pubs para gente de 20 años y que ninguna de esas cosas fueran ya necesariamente para él.
De hecho, en una era donde las parejas se comunicaban mediante texto desde ciudades separadas por kilómetros de tierra y mar, él seguía prefiriendo abordar a aquella chica que le había robado la mirada en el transporte público, aún sabiendo que las chicas que te roban las miradas en el transporte público o tienen novio o piensan que quieres violarlas y despedazarlas.
Esa era definitivamente su crisis de las 30: las treinta veces que ella siguió apareciendo en sus pensamientos, las 30 veces que había estado frente a su monitor durante cuartos de hora esperando una respuesta a preguntas que sólo requerían de un sí o un no. Las 30 veces que miró sus fotos antes de borrarlas -porque ya no rompemoss fotos, las borramos- y las 30 veces que se dijo a sí mismo «basta». Las 30 o 3000 veces que esperó una señal de vida con el corazón latiendo y goteándole en el puño.
Cuando tienes 30, te sientes incómodo en los sitios designados para la gente «de tu edad». Qué carajo es la edad sino una criba legal.
Dedicado a todos y todas los que lloraron frente a la pantalla del ordenador alguna vez: no sois tan patéticos. Pero por favor, no abuséis de los iconos gestuales: quedad para tomar algo.
28 de diciembre
Pocas fechas trascienden a la mayoría de los calendarios tanto como el 28 de diciembre. El 28 de diciembre es el día en que en nuestro país, por ejemplo, los informativos cuentan alguna mentira que otra. ¿Y dónde está lo curioso? podrán preguntarse ustedes. Bien, ese día o el siguiente, admiten que era mentira aquello que contaron.
También es el día grande de Juan y Medio, y de todos los telemaratones solidarios. De repente parece que no habrá un mañana a la hora de cooperar y ser solidarios y las cadenas de televisión organizan especiales para recaudar fondos que serán destinados a la infancia más necesitada. Mientras día a día en horario infantil llenan de mierda las cabezas de nuestros infantes, el 28 de diciembre quieren más a los niños que Michael Jackson y una orden de sacerdotes alemanes juntos.
No todo es televisión el día de los santos inocentes, que así lo llamamos. Es el día de las putadas en el que tienes que, además, tomártelas con buen humor, porque si no, simplemente eres un desgraciado y un inhumano. Es el día en el que los niños, y no tan niños, pueden dedicarse simplemente a joder a los demás siempre que después del ataque al honor de la víctima se pronuncien las palabras mágicas: ¡inocente, inocente!
Julio se levanta cada mañana a las seis y media de la madrugada. En cambio, aquella mañana, la compañia eléctrica decidió gastarle una broma. Le cortaron la luz por un recibo mal gestionado por el banco. Esa mañana Julio despertaba a las 9 de la mañana gracias al estridente timbre de su teléfono. Era su jefe. Su jefe le gastó una nueva broma obligándole a ir al trabajo. Y digo broma porque cuando llegó a su puesto, lo que encontró sobre su escritorio fue la carta de despido. Con este nuevo retraso eran ya tres las faltas leves que acumulaba este incansable currante que, si bien era un trabajador ejemplar, se había enfrentado a sus jefes en alguna ocasión.
Julio quedó solo. Su jefe se marchó a desayunar como cada día y Julio, desolado, empezó a llorar.
Esto no tendría mayor trascendencia si Julio se dedicara a la fotografía submarina; pero claro, qué interés podría tener un lector por un recién despedido fotógrafo submarino.
Julio era controlador aéreo. Julio era controlador aéreo y ese día estaba muy cabreado. Julio decidió abrir el tercer cajón de su escritorio y tomar ese paquete de cigarrillos que con tanto celo guardara durante años. Julio comenzó a fumar. Julio, tras exhalar la primera calada de ese cigarrillo, rompe a toser. Julio lleva 7 años sin probar un cigarro.
Julio comienza a cambiar el orden de salida y llegada de todos los vuelos que tiene visibles en su pantalla. Julio se propone provocar el mayor caos aéreo conocido hasta entonces. Julio abre el cuarto cajón de su escritorio y agarra una botella de whisky. Julio no bebe, no fuma, pero tiene cigarrillos y alcohol en su escritorio: Julio conoce la vida.
Lo que Julio no sabe es que la carta de despido era la inocentada que su jefe le tenía preparada para el día de los inocentes.
La única manera de que no jueguen con ustedes es dejar de ser inocentes. Pero ¿quién querría? Prefieran ser engañados, mareados y objeto de juegos y mofa antes de perder u olvidar la inocencia, la ignorancia y la sutil ternura del niño que fueron y que de hecho, son. Apiádese el cosmos de aquellos que perdieron la inocencia y que, aun libres de ser manipulados y maltratados, son presos de su mirada gris y sus espacios cúbicos.
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