Frente a la puerta de embarque 46b
Odio conducir un carrito de la limpieza. Odio que este carrito se haya convertido en lo único con ruedas que puedo conducir (sí, tambien tengo prohibidos los carritos de supermercado). Odio esta mopa mugrienta que podría rellenar quinielas ella sola si la sacaran de este aeropuerto. Odio a la gente que no sube la tapa antes de orinar. Odio verla a ella, acercándose a la puerta de embarque 46b.
Sí, así es. Conseguí este trabajo de mierda justo en el momento en que te miraban mal si hablabas de lo mierda que es tu trabajo, aunque fuera la mayor mierda. Conseguí este trabajo y lo hice por amor. Por amor a la mierda, podrían pensar ustedes. No, por amor a ella. Porque ella tiene un billete de solo ida y la única estúpida manera que se me ocurrió de pedirle matrimonio fue la de calzarme este uniforme de empleado de la limpieza. ¿Absurdo? Era la única manera de cerciorarme de que realmente cogía ese avión, o de que, por el contrario, lo perdía.
En serio, mi plan es infalible. Tengo un huevo «kinder» en mi bolsillo. Dentro de ese huevo kinder está el huevo amarillo que contiene la sorpresa. Pero no es una sorpresa cualquiera ya que me he encargado de meter el precioso y jodidamente caro anillo de compromiso en él. Incluso de maquetar e imprimir unas instrucciones en las que puede verse una mano y otra portando el anillo, con indicaciones claras sobre el dedo donde debe ir el susodicho.
Mi plan sería infalible, rectifico. ¿Por qué tiene que haber avisos de bomba siempre que intento pedir matrimonio a alguien? Ella y todo el pasaje acaba de ser evacuado en mis propias narices y en una dirección que no alcanzo a distinguir entre tanta muchedumbre. Por supuesto ningún empleado de seguridad ha tenido la deferencia de mirarme siquiera a la cara. Sólo soy el chico de la limpieza. Prescindible.
Mientras todo esto revienta o no, al menos puedo estar convencido de una cosa: hoy no voy a utilizar el cartel de advertencia de piso mojado.
Estás realmente chiflado. He escrito este comentario por amor, por amor a la mierda. Se que los comentaristas de la radio pondrán el grito en el cielo, me acusarán de intrusismo profesional, tal vez yo no sea profesional, pero también tengo derecho a dejar comentarios, aunque sean una mierda como éste. Amo la mierda.
«Me gusta». De vez en cuando paso por aquí, pero siempre me parece demasiado solipsista como para comentar.
Esto es sencillamente brillante. Asombrosamente brillante.
Este relato haría un buen corto