Se puede ser más estúpido

Neunundneunzigtausendneunhundertneunundneunzig

Posted in Du und Ich, Pablo by El autor on 06/02/2010

Lo crean o no, vivimos atrapados en una constante cuenta atrás y seguramente habrá empezado en el noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve. Siempre me ha apasionado la dificultad de escribir textualmente algunas cantidades astronómicas. A partir de ciertos billones, todo pierde sentido, como lo hacen los hijos de los hijos de los hijos de varias generaciones posteriores a nuestros hijos.

Cuando se oye hablar del universo, de la materia y de todas esas preguntas tópicas acerca del origen de todo, no puedo evitar traer a mi mente la idea del árbol genealógico. Confeccionar este simbólico vegetal siempre me  ha parecido una tarea absurda, equiparable a intentar anticiparse a la cuenta regresiva que supone nuestra existencia. De poco le sirve al individuo del siglo XXI conocer de donde viene, cuando ni siquiera sabe hacia dónde le llevarán sus pasos.

La sinrazón de todo ello es justificable. Lo que más me preocupa al escribir estas líneas es entender y con ello compartir cómo abordar las cuestiones metafísicas entre semana, con el estómago vacío.

Madrugue, la única forma de entender una película pasa por verla desde el principio. La relatividad que confiere la naturaleza del universo a nuestra existencia hace que madrugar sea estrictamente necesario para intentar abordar cualquier cuestión metafísica. Intente perderse en cada pregunta que le hagan; por muy simple que esta sea, concéntrese: no hay respuesta sencilla para una pregunta, hay infinitas formas de precipitarse.

Desayune, compre caramelos y escuche toda leyenda urbana que exista alrededor de ellos. Haga reír a la mujer que ama y no intente dar lecciones a sus lectores.

Le dije a mi sobrino segundo, Pablito, que le contaría cosas acerca del mundo que lo ve crecer. Si hay un detalle tierno y mórbido en visitar la casa de unos niños, es la cantidad de golosinas y potitos que siempre hay… Por no hablar de los juguetes de toda índole y las entrañables mascotas. Razones, entre otras, que hacen que pasar un rato allí sea algo siempre apasionante y que me llena de ilusión.

Llegar con los ojos brillantes y una sonrisa dibujada por el soleado cielo de una fría mañana de invierno, con la escarcha sobre el coche, los pelos alborotados y el otro día las medias de color… Con una historia que contar y otra por escribir… Eso, querido Pablo, es lo que te deseo para todas las noches de tu vida.

Pueden creerme cuando les aseguro que no daba un duro por este post cuando lo escribía en clase.

Lo único que pido a cambio son tus impresiones